Mis viajes con Fabio Zerpa - Alberto Iasenza

 

(el presente artículo es la finalización de lo publicado en el número 80 de nuestra revista)

Sábado 29 de abril de 1989

Son las 7 de la mañana, me despido de Fabio y Rogelio que salieron para Mar del Plata y yo de regreso a Buenos Aires. Bajé con mi equipaje, avisé que me retiraba, obviamente todo estaba pago. Sali a la calle y camine hasta la esquina de donde salía el micro que me llevaría a Capital Federal.

Cerca del medio día me encontraba ya en casa abrazándome con todos y contándoles mi primera experiencia como asistente de Fabio Zerpa; aquel personaje que yo veía de chico por televisión deseando algún día llegar a ser un investigador tan famoso como él.

El lunes me esperaba el trabajo en el instituto y esperar la próxima gira con quien sabe que destino y cuánto tiempo.

Segunda Gira

Martes 16 de mayo de 1989

Son las 5:30 de la mañana, nos espera un largo viaje y una agitada tarea. Es mi segunda gira con destino, esta vez, a la ciudad de Paraná. Allí Fabio dará la primera función. Nos reunimos en la casa del jefe y allí nos encontramos con una apretada sorpresa. Lo de “apretada” es literal, una persona se nos unía al viaje. Por suerte, si se puede llamar suerte, esta persona solo iba hasta Santa Fe.

En ese entonces yo era una persona muy introvertida por lo que hablaba poco pero este tipo me ganaba y no me pareció por ser introvertido sino muy extraño. Sospechosamente callado, con rostro inexpresivo, lo poco que hablo era muy meditado, sus escasas palabras se notaban medidas y muy pensadas. Bueno, si dejo algo en claro, su nombre era Raúl.

Serían las 10 cuando llegamos a Santa Fe y una tal Marta Cortés nos esperaba, arreglaron algunos asuntos entre ellos nos deshicimos del extraño personaje que resulto ser una especie de secretario de esta mujer y seguimos viaje. Once y nueve minutos estábamos en la puerta donde se hospedaría Fabio.

¡Ah! No quiero dejar de mencionar los hermosos paisajes que vimos; la entrada a Entre Ríos, el túnel Subfluvial, la barranca del Paraná, ríos y pantanos, todo me parecía hermoso y mágico ¡claro! ¿Cómo no me iba a parecer mágico si lo que estaba viviendo era un sueño hecho realidad?

Alberto Iasenza

Luego de haber pasado por el teatro, que es muy parecido al de San Nicolas, para dejar los equipos, Rogelio y yo nos fuimos a hospedar. Nuestro Hotel estaba a una cuadra y media del teatro. Dejamos los bolsos y fuimos a almorzar, el lugar era muy bonito y la comida sensacional. Todo estaba bajo control. Luego de almorzar volvimos al hotel a echarnos una siesta reparadora, Fabio se fue a su hotel y nosotros al nuestro. Rogelio estaba realmente muy cansado, llevaba casi dos días sin dormir, yo en cambio me dispuse a armar algunos programas, luego leí un rato y después me acosté a dormir una hora, bueno ese era el plan… nos quedamos dormidos y casi seguimos de largo. Nos vestimos y corrimos como locos, llegamos al teatro 19:10hs, Fabio ya estaba ahí, furioso, casi nos mata, pero luego entendió y se relajó.

Por suerte todo se preparó bien, la función salió normal con un número regular de personas, algo escaso quizás. Yo solo vendí tres libros lo que significaba una miserable comisión, pero comisión al fin.

Al terminar la función y guardar los equipos fuimos a cenar al mismo lugar del medio día, como siempre mi buen amigo y yo llegábamos después cuando todos ya habían ordenado. En la mesa nos acompañaban cinco personas más, la mayoría; yo incluido, comimos un suculento pescado, después, casi rápidamente nos fuimos a dormir, la mañana siguiente sería otro día movido.

A las 9 de la mañana, salimos sin matear, el motivo; nos quedamos dormidos otra vez. Pagamos el hotel y nos despedimos, nos encaminamos con nuestros bolsos y algunos otros bártulos hacia el estacionamiento, cargamos todo en el auto de Fabio y nos dirigimos al teatro a buscar el resto de los equipos. Nos despedimos de aquellas personas deseándonos un buen viaje, pasamos a buscar a Fabio que salió inmediatamente del hotel, subió, nos miró con su característica media sonrisa cómplice como queriendo retarnos, pero con un sentimiento de paternidad; así era él, un hombre bueno, comprensible y amable. Con carácter eso sí, él era el jefe, él era la estrella, pero buen tipo.

Tomamos la ruta y nos relajamos, era el momento de unas de mis principales tareas durante los viajes; cebar mate. Yo siempre iba sentado atrás junto a los dos parlantes; unas cajas enormes montadas una sobre otra que ocupaban tanto o más espacio que otra persona. Y así en cada viaje preparaba el mate y repartía, uno para Fabio, otro a Rogelio y el tercero para mí con una pisca de azúcar a escondidas porque a Fabio le gustaba amargo y se enojaba si sentía que quedaba algo dulce entonces Rogelio y yo nos moríamos de risa.

El camino nos llevó a Santa Fe, apenas a unos 30 km de distancia, este iba a ser mi primer encuentro con aquella mágica ciudad donde tiempo después el destino me tenía reservado una nueva historia en mi vida que me marcaria para siempre.

Casi una hora después nos encontrábamos bajando todo; otra vez, en el viejo Cine-Teatro América. Rogelio y yo nos quedamos armado los equipos y preparando todo. Le dimos aviso a un tal Cacho Arch, o algo así, de que ya estábamos en la ciudad y preparando todo para la función. Este hombre era el empresario que contrató a Fabio para llevarlo a esta ciudad que cada vez me atrapaba más.

Salimos 15 minutos para desayunar algo, mientras tanto Fabio ya se encontraba en la Radio LT9 como invitado y promocionar las funciones.

Eran las 11:00hs y mi amigo y yo ya estábamos en la puerta del cine nuevamente, pero ¡Oh sorpresa! El cine estaba cerrado, nuestro contacto se había ido pero lo peor de todo era que nuestros bolsos estaban dentro y Fabio nos pasaba a buscar 12:30 hs. y conociendo a Fabio, él siempre era muy puntual. Desde afuera escuchábamos sonar el teléfono de la recepción insistentemente, dedujimos que era Fabio tratando de comunicarse con nosotros ya que el acuerdo era que debíamos atender la boletería hasta las 11:30, ¿que podíamos hacer?, solo nos quedaba esperar y bueno, así lo hicimos. Estábamos muy nerviosos por lo sucedido por lo que tratábamos de calmarnos caminando, íbamos a la esquina y volvíamos, nos cruzábamos y seguíamos caminando. Parábamos en las mismas vidrieras cien veces y seguíamos caminando hasta la otra esquina, una y otra vez.

¡Al fin Fabio llegó!, estaba acompañado de Marta Cortés, la mujer que conocimos cunado nos dirigíamos a Paraná. Le explicamos la situación a Fabio mientras subíamos al auto y nos dirigíamos a un lugar… Como explicarlo… “mágico”. Cosmos, así se llamaba aquel lugar, no era más que una sencilla construcción cuadrada, sin divisiones; un salón, eso era, un salón de aproximadamente 8 m x 8 m con alfombras en el piso, muchos almohadones por todos lados, muy pocas sillas, plantas, un penetrante olor a sahumerio y una estrella de cinco puntas de color azul pintada en el medio del techo. Seguramente de los dos, Rogelio y yo, yo era el más maravillado. No lo niego, aquel lugar me atrapaba el alma. Estaba realmente muy feliz de estar ahí.

Almorzamos en aquel lugar, en la mesa estábamos Marta Cortés que poco a poco fui descubriéndola como una mujer excepcional, llena de paz y amor, con mucha energía. Estaba más que claro que era la líder y fundadora del grupo, Verónica y Martín que eran los anfitriones de Fabio; Raúl, aquel personaje extraño que conocimos en Buenos Aires de viaje a Paraná, él nos daría hospedaje a mi compañero de rutas y a mí.

Por último, también estaba Griselda; un ser casi etéreo, muy delgada, chiquita y aparentemente muy introvertida, sin embargo, se notó en seguida que era muy inteligente e intelectual, estaba en la facultad de Filosofía. En general todos, exceptuando a Marta, tenían más o menos mi edad, rondaban entre los 18 y los 25 años.

Al finalizar el almuerzo llego la hora más importante del día, bueno yo no lo sabía pues mi condición de porteño me hacía ajeno a aquella costumbre generalizada en casi todo el país: “la siesta”. La verdad era una costumbre nueva para mí que estaba comenzando a causa de estos viajes, aunque yo lo tomaba como algo nuestro por el cansancio de los viajes.

Nos fuimos a la casa de Raúl, la cual se encontraba a unas 20 o 25 cuadras de Cosmos, era más hacia el centro de la ciudad. Bajamos del auto y lo que vimos en principio fue una enorme fachada de una casona muy antigua, se notaba que había sido muy lujosa en su época. Estaba claro que Raúl venia de una familia muy acomodada. La idea era darnos una ducha y descansar un rato, sin embargo, aquí comenzaron las situaciones más extrañas que yo y supongo mi querido amigo jamás hayamos vivido.

El primer impacto fue la casa, es una gran mansión de casi de principios de siglo; calculamos con Rogelio que de 1920 más o menos. En planta baja hay una sala de recepción con una escasa decoración, esta se comunica inmediatamente con un escritorio cuyos muebles, todos en madera son de un estilo muy refinado propio de aquella época. Allí había sobre una de sus paredes el retrato de un hombre, Raúl me aclaro luego que era la foto de su abuelo. Luego estaba la sala del teléfono, nos miramos con Rogelio asombrados y con una leve sonrisa cómplice; “la sala del teléfono”, era muy amplia y contaba con una biblioteca. Según nos contó nuestro anfitrión esa sala había sido acondicionada por el momento como el dormitorio de su abuela que era una señora muy mayor a la cual, a decir verdad, nunca vimos, según nos explicó no se encontraba por esos días en la ciudad. Estaba demostrado que aquella familia había sido una de las más pudientes de la antigua ciudad de Santa Fe. Y la pregunta que aún no nos animábamos a hacer nos golpeaba en la cabeza; ¿Qué hacia un tipo como Raúl viviendo solo en aquella casona y en esta ciudad? De allí pasamos a un gran living-comedor, todas las salas estaban decoradas con hermosos cuadros pintados por su abuela, también había varios retratos de bisabuelos, abuelos e hijos.

Del comedor se podía salir a dos patios, uno del lado derecho y otro del lado izquierdo. El de la derecha comunicaba con el garaje cuya puerta si no recuerdo mal estaba clausurada. Este patio estaba totalmente cubierto por una pérgola con un tipo de enredadera que casi no dejaba pasar los rayos del sol, dando una fresca sombra sobre el mismo y aunque no pude divisar ninguno, la tupida enredadera estaba repleta de pájaros que cantaban todo el tiempo. Me causó asombro y gracia porque se los escuchaba constantemente, pero en cuanto alguien apenas se asomaba al umbral de la puerta para salir, un estrepitoso aleteo de cientos de pájaros se hacía oír y luego el silencio total y en cuanto uno entraba, tan solo con poner un pie dentro los cantos volvían.

El otro patio comunicaba con la cocina; es decir que no estaba integrada a la casa. Era muy sencilla, casi como que no tenía relación con el lujo del resto de la casa.

En este patio había también una mediana fuente ornamentada con azulejos de colores que formaban un dibujo. Aparentemente alguna vez albergo a algunos peces, pero estaba claro que hacía mucho tiempo que no funcionaba. Un gran vitral de un barco sobre el ventanal de la primera sala daba a este patio.

En el interior una escalera llevaba a un altillo y dos habitaciones más, ambas eran muy pero muy grandes. Allí todo estaba totalmente descuidado y abandonado. Una cama en cada pieza era todo lo que había llenas de tierra y telas de araña, solo en una encontramos unas revistas modernas que desencajaban con el lugar. Supongo que debí haberlo comentado en algún momento porque más tarde Raúl menciono que de vez en cuando el acostumbraba subir a aquella habitación para leer y pensar… (?)

Por último, llegamos a la terraza, allí descubrimos una diminuta habitación hecha de ladrillos, revocada y terminada con puerta y ventana. ¡¿y eso!?, preguntamos, él la llamo “la casa de las muñecas”, era donde sus tías jugaban de pequeñas, la verdad nos pareció algo tétrico, aunque no dijimos nada.

Nos sentamos un rato y comenzamos a charlar. Le preguntamos sobre la historia de la casa y nos dijo que la había mandado a construir su bisabuelo donde vivió con toda su familia, luego paso a su abuela que aún vivía y sus padres que no decidieron quedarse en Santa Fe, solo él quiso volver para cuidar a su abuela que vivía allí sola y que por esos días estaba internada.

Conforme pasaba el día nos fuimos dando cuenta que lo extraño en aquel lugar no era la casa sino Raúl. Si bien se mostraba muy amable y hospitalario había algo en él que lo hacía ver muy misterioso. Nos cuidaba de una manera… casi, “paranoica”. Nos preguntaba todo el tiempo si nos habíamos lavado la cara, si fuimos al baño y para sorpresa nuestra ¡nos exigió que nos bañáramos y fuéramos a dormir la siesta! Llegó a preguntarme si había hecho “caca” ¡¿Qué?! mis ojos se abrieron y más aun con la siguiente pregunta, me preguntó si alguna vez ¡me había acostado con mi novia!, no lo podía creer, evidentemente la soledad a este hombre de 32 o 33 años le estaba afectando mucho.

Luego de bañarnos, mi compañero de ruta y yo nos dispusimos a tomar unos mates mientras Raúl dormía su siesta. No hicimos caso a su “recomendación” de acostarnos a la que nuestro misterioso anfitrión accedió siempre y cuando no habláramos en el patio que daba a la cocina porque si no los vecinos se enterarían de que había alguien más con él en la casa (¿?). Evidentemente nosotros no debíamos estar ahí, de hecho, luego sucedió algo mucho más raro, este hombre estaba muy preocupado por nuestra presencia en la casa. Al despertar de su siesta, mientras le convidábamos unos mates y tratando de que todo transcurriera algo más normal, Rogelio comenta que va a salir a comprar algo; no recuerdo que, habrán pasado menos de 2 minutos y se escucha la puerta nuevamente ¡Raúl se trasformó! ¡se puso pálido y tomándome fuertemente de un brazo me arrastró por toda la casa mientras gritaba desesperado que eran sus tías! ¡Nadie debía saber que estábamos allí! ¡Quería esconderme a toda costa! De pronto, el que reaparece es Rogelio, claro no entendía nada, me ve a mi tomado del brazo por un desencajado Raúl, todos nos quedamos paralizados por unos eternos segundos entonces mi amigo dice “me olvide la billetera” entonces me soltó y se relajó, pero ahora era yo el que tenía el corazón en la boca ¡Este tipo estaba totalmente desquiciado!

Llego la hora de la función, todo fue excelente, vino tanta gente que debimos hacer otra función a las 23hs. Fabio estaba muy contento, todo había salido a la perfección. Al finalizar, ya tarde, Fabio, Rogelio y yo fuimos invitados a cenar a la casa de Verónica y Martín. Fue una comida muy rica y suculenta. Serían las 2 de la madrugada cuando mi compañero, Raúl, que también estaba allí y yo decidimos marcharnos, Fabio pasaría la noche en la casa de los chicos. Esta iba a ser la primera noche en aquella mansión con este personaje tan raro.

Nos fuimos a acostar y cerró la puerta de la habitación con llave y nos indicó con gran énfasis que ¡no abriéramos el ropero para nada! “¡Este mueble no lo abran ni lo toquen!” Y después agrego “¡y esa mesita tampoco, lo demás si!” Nosotros, por supuesto, con nuestros rostros congelados, asentimos a todo.

El día se presentó soleado y hermoso. Fabio tenía previsto tomar exámenes y dar algunas entrevistas, eso significaba una cosa, que mi compañero y yo teníamos el día libre.

Serian aproximadamente las 12:00hs. cuando aparecimos nuevamente en la casa de Verónica para almorzar. La pasamos muy bien, sobre todo yo, algo empezaba a pasarme con esta chica…

Volvimos a “Cosmos” donde nos esperaban desde temprano, al final el día que se suponía nuestro franco fue el que más nos movimos, Fabio nos tuvo corriendo para todos lados, pero todo era muy placentero. Sinceramente yo me sentía muy a gusto.

Al llegar la noche todos nos volvimos a congregar en “Cosmos”. El jefe aún se encontraba tomando examen, Rogelio y yo recién llegábamos de la casa de Raúl, pero antes de entrar decidimos hacerles un humilde obsequio como símbolo de nuestro agradecimiento. Compramos un helecho con una pequeña tarjetita. ¡Quedaron encantados con nuestra humilde pero sincera acción!

Entre todos, luego, improvisamos unas mesas y con almohadones en el suelo dispusimos todo con la estrella de cinco puntas pintada en el techo en el centro de la reunión. Era nuestra última cena juntos y parecía estar llena de un encanto especial. Todo se mostraba natural y lleno de vida; los alimentos las bebidas y las plantas se intercalaban entre mesa y mesa.

Repentinamente, mientras nos encontrábamos aun armando y preparando la cena, alguien desde fuera nos gritó muy exaltado, “¡la nave, la nave!, ¡vengan a ver la nave!” gritaba muy excitado. Todos; los 20 aproximadamente que allí estábamos, salimos al patio, Fabio, que aún estaba tomando examen, también salió.

¡Estaba allí!, ¡como una fuerte luz roja cruzando el espléndido cielo estrellado! Apareció repentinamente a una velocidad constante y algo más rápido que un avión y por supuesto a una incalculable altura. Por supuesto lo primero que pensé es que era un satélite, “velocidad constante, dirección fija, se veía como una estrella”; no había dudas, pero para mi asombro y el de todos los allí presentes la estrella pareció leer mis pensamientos y demostrarnos que estábamos equivocados; o yo por lo menos.

Aquella luz roja se detuvo instantáneamente en su marcha, quedo estática por unos segundos ¡y luego, como para que no quedasen dudas, cambio su dirección a 90 grados! continuó su marcha por un tramo y si alguno todavía osaba tener alguna sospecha, aquella estrella roja se encargó de demostrarnos que no era ningún satélite, ni avión ni artefacto conocido porque la muy intrépida antes de perderse en el hermoso cielo estrellado ¡volvió a hacer otro ángulo recto! Y se perdió en la negrura de la noche.

Estábamos maravillados, en silencio, estupefactos de semejante avistamiento. Yo, como describirlo, levitaba, ¡todo era perfecto para mí!, ¡fui feliz! Fue mi segundo avistamiento.

Paso la cena, entre homenajes, regalos, risas, recuerdos, enseñanzas y sobre todo amor. La reunión termino muy tarde; serían más o menos las 3 de la madrugada y veníamos ya bastantes cansados de andar para todos lados, Fabio, Rogelio y yo estábamos agotados.

Fabio nos dio la orden de salir a las 06:30 de la mañana. Volvimos a la mansión de Raúl donde pasaríamos nuestra última noche, teníamos algo más de dos horas para descansar. Raúl insistió en guardar el auto en su cochera para evitar preocupaciones. Por fin nos acostamos y… ¡No nos despertamos hasta las 9 de la mañana!, unos gritos que cada vez fueron llegando más a nuestros oídos nos despertaron. Era Fabio desde la calle llamándonos desesperadamente, con él estaba Verónica y Martín; su hermano. Luego de tomar conciencia de lo que pasaba, mi compañero y yo saltamos de la cama y contestamos los gritos con otros gritos “¡Ya vamos!, ¡ya vamos!” Al vernos asomados por la ventana y que estábamos bien subieron a su auto y volvieron a la casa de Vero. Nosotros nos vestimos y bajamos como dos rayos, sacamos el auto y apenas si pudimos despedirnos y agradecerle a Raúl su “extraña” hospitalidad. Llegamos a lo de Vero y Martín, Fabio estaba con su bolso en la vereda despidiéndose de todos “Acá nos mata” pensamos. Allí nos enteramos que ya habían hecho la denuncia a la policía y nos habían buscado por algunos hospitales, claro habían ido varias veces a la casa de Raúl, llamaron, gritaron, tocaron timbre y nunca les contestamos, para colmo el auto no estaba afuera, lo que les hubiera dado alguna pista de que estábamos allí. Saludamos a todos como “dos perritos mojados”, subimos al auto y emprendimos el viaje.

Nos ligamos un reto del jefe, pero Fabio era muy bueno y al igual que la vez anterior al rato se le paso y todo volvió a la normalidad. Nuevo destino, Gualeguaychú.

Tres horas, minuto más minuto menos y ya estábamos en aquella ciudad. María Rosa, Walter; su marido y sus dos pequeños hijos nos esperaban, son una hermosa familia, encantadores, parecen ser muy unidos.

Dejamos nuestros bolsos en la habitación asignada y fuimos a almorzar al restaurante que estaba pegado a la casa. Allí pasamos uno de los más cordiales fines de semanas. Para mi amigo y para mi fueron, al fin, dos días de descanso.

Esa misma noche tuvimos la función, fue muy buena, vino mucha gente y se percibía la buena vibración y el entusiasmo de la gente. Mas tarde, al terminar la función, todos a cenar al Restaurante de Julio. Julio, además de ser el dueño de aquel cálido y familiar Restaurante es muy amigo de nuestros anfitriones. La pasamos muy bien, fue una agradable comida.

Como ya mencioné, el sábado y el domingo fueron nuestros verdaderos días de descanso. Fabio tuvo que dar dos seminarios y varias entrevistas, lo cual para veneficio nuestro lo mantenía muy ocupado y nosotros… ¡nada!

Era mi oportunidad de aprovechar esas clases, por lo que participé de esos seminarios como alumno.

Fue mi primera experiencia en una hipnosis regresiva, vale decir, la posibilidad de ver nuestras vidas pasadas, aunque en lo personal, no estoy seguro de haber visto algo, solo vi el espacio infinito y algo así como un faro de una intensa luz lila, como un pulsar que de forma cíclica me golpeaba en los ojos, o en la cara… no sé, porque no se si tenía rostro, solo era yo, mi ser, sin cuerpo.

El Domingo a la noche le pedimos el auto al jefe y salimos a dar unas vueltas y tomar algo, nada, la pasamos bien, charlamos y nos distrajimos un rato.

El lunes bien temprano volvimos a Buenos Aires. Cuando llegué a casa me encontré con la gran sorpresa de que todos estaban allí; mi novia, Verito; mi gran debilidad, mi mamá, mi papá y mi hermano.

Solo volvía por dos días, el miércoles nuevamente tenía que estar en Santa Fe, pero por un día nada más.

Miércoles 24 de mayo de 1989.

Hoy es el cumple de mi novia, pero yo no estoy con ella. Viajamos a Santa Fe a dar la última función de la gira (por el momento).

Bueno, nos encontramos todos nuevamente. Esta vez paramos en la casa de Griselda y la anécdota de este viaje fui yo. Había tomado bastante frio y mi riñón comenzó a molestarme, pero no fue hasta la noche, en plena función que todo se desmorono… Todos los chicos se dieron cuenta de que algo me pasaba, se lo comente a Raúl que trato de calmarme el dolor con imposición de manos, pero no funcionó.

Comenzó el espectáculo y yo me retorcía de dolor, ya casi sobre el final Dante tomo el seguidor y Marta junto a Griselda me llevaron al hospital. Una vez allí me aplicaron un fuerte calmante, era tan fuerte que me nublo la vista durante más de una hora, pero la verdad eso no me preocupaba en lo más mínimo, el dolor había desaparecido y era yo nuevamente. En cuanto Fabio se enteró vino rápidamente al hospital y compro los calmantes que me recetaron y todos, absolutamente todos me cuidaron.

Al otro día al despertar en la casa de Griselda me esperaba otra inyección. Llego el medio día y en Cosmos nos esperaban suculentos platos naturistas. Todo transcurrió como siempre, en amistad y hermandad.

A las 15:00 nos despedimos con un gran abrazo y algunas lágrimas, no sabíamos cuando nos volveríamos a ver, lo que si sabíamos era que ya nos estábamos extrañando. Al abrazarme con Marta sentí una energía muy intensa, especial, dulce y calurosa y creo casi sin equivocarme que a mi compañero de aventuras; Rogelio, le paso algo similar, lo conversamos a solas y ni él ni yo podíamos olvidarnos de ella.

Jueves 01 de junio de 1989.

Son las 13:55hs y salimos en nuestra tercera gira rumbo a San Nicolas, allí pasamos por el Teatro Municipal donde Fabio arregló unos asuntos, a continuación, nos dirigimos al canal de TV local para dejar un video, luego rápidamente a Rosario. Las noticias en la radio no eran nada alentadoras, el informativo comentaba que la situación era bastante caótica; robos, saqueos y hasta tiroteos. Por otra parte, el tiempo tampoco ayudaba bastante, el cielo cubierto de nubes negras anunciaba una pronta tormenta…

Habían pasado tal vez unos 15 o tal vez 20 minutos cuando casi dejamos de existir. Rogelio como siempre en ruta, venia conduciendo, Fabio atendía su agenda y yo en el asiento junto al par de cajas que hacían de parlantes iba cebando unos mates que repartía alternadamente entre Fabio, mi compañero de ruta y yo. La lluvia ya para estas horas era bastante fuerte al punto de casi no poder ver bien el camino, repentinamente Rogelio se pasa al carril contrario justo en el preciso instante en que estoy con el brazo tendido ofreciéndole un mate a Fabio. El auto literalmente patino sobre el asfalto, suponemos que agarró un charco y comenzó a hacer trompos, las ruedas se bloquearon y el motor se paró. Todo pasaba vertiginosamente y lento a la vez, el auto daba vueltas y vueltas; primero hacia la izquierda y antes de llegar al pasto volvió al medio de la ruta.

Recuerdo la imagen de Rogelio aferrado al volante al que Fabio también trató de volantear, creo que dimos unas tres vueltas más en sentido contrario y en la ultima el auto se detuvo enterrado en la banquina a escasos metro y medio de un tremendo zanjón donde probablemente hubiéramos volcado. Yo desde atrás solo veía como todo giraba sin tener tiempo siquiera a tener miedo. Cuando todo paso quedamos estáticos, como si agradeciéramos no sé a quién de que estábamos vivos. El único que hablo fue Fabio luego de unos interminables segundos, "¿Están bien?" preguntó, no sé si le conteste porque en ese instante gire mi cabeza, supongo instintivamente, y al mirar por la ventanilla y observar aquel cielo negro y lluvioso tres luces difusas atravesaron el cielo entre las nubes, apenas perceptibles, pasaron a una velocidad casi fugaz, pero se dejaron ver, creo que nadie comento nada en ese momento exacto, pero luego de unos minutos, no lo recuerdo quien fue; si Rogelio o yo, pregunto "¿vieron eso?", entonces Fabio dijo "nos están cuidando"

Mi sensación fue como que se sintió obligado a responder, como que hubiera preferido que nadie preguntara nada o que no lo hubiésemos visto… No sé, tal vez son solo ideas mías.

Logramos salir y volvimos a la ruta, pero paramos de inmediato, Rogelio bajó como preocupado a revisar las condiciones del auto, Fabio y yo mientras tanto limpiamos la yerba que se había desparramado por los asientos, acomodamos los objetos que habían caído sobre mí y sacamos algunos bodoques de paso y barro que se habían metido entre el guardabarros y en el paragolpes de aquel Ford Taunus Guía ya no tan blanco. Creo que recién ahí, cuando volvimos a subir, nos relajamos y reaccionamos de lo que nos había pasado comenzamos a temblar un poco. Seguimos camino al igual que la lluvia continúo cayendo, aun nos faltaban 5 horas de viaje hasta llegar a destino.

El camino sinuoso y mojado, la oscuridad total de aquella noche tormentosa y los potentes focos de los esporádicos autos de frente me pusieron algo nervioso.

Al pasar por un pueblito, ya en Córdoba, llamado Oncativo, nos llamó mucho la atención la fuerte luminosidad como de color naranja en el cielo; un gran resplandor que cubría todo el pueblo, como si estuviera amaneciendo. La única explicación lógica que le encontramos fue la propia iluminación del pueblo reflejada sobre el cielo nublado, aunque al llegar a Córdoba Capital ese reflejo casi no existía… Cosas de la naturaleza.

La entrada a esta ciudad es imponente, desde la ruta puede observarse el valle gigantesco donde está asentada la increíble ciudad que de noche supone un nido de luces multicolores.

Son las 23:30hs aprox., llegamos a la casa de una Doctora conocida de Fabio donde él se instaló, nosotros no teníamos nada reservado, tuvimos que retomar las calles a buscar donde hospedarnos. Así pasamos por varios hoteles consultando precios hasta que vimos a unos policías, les consultamos donde podíamos encontrar algún lugar económico para hospedarnos, entonces nos guiaron amablemente hasta un Hotel muy cerca de allí. Así llegamos al Hotel “La Florida” sobre la calle Rosario de Santa Fe, nos anotamos y subimos a la habitación, era amplia y con tres camas. Caímos rendidos.

9:30hs. Nos encontramos con el jefe en la casa de la Doc., lo pasamos a buscar y fuimos derechito para el teatro Maipú. Rogelio y yo nos pusimos de inmediato con nuestras tareas; armamos los equipos, luces, parlantes, cables, prueba de sonido, todo estaba ok. Ya para el mediodía nos fuimos a almorzar. Por la tarde seguimos trabajando hasta las 16:00hs, cuando todo quedo listo (por lo menos para nosotros), volvimos al hotel a descansar. Dormimos cerca de una hora y otra vez al teatro.

Para nosotros estaba todo ok, yo debutaba como pasador de videos y sonidista. Pero cuando el jefe apareció y chequeo nuestro trabajo se trasformó, se enojó tanto que sinceramente creí que era mi último día de trabajo.

La iluminación no le gusto para nada, la pantalla estaba suelta y el sonido no salía del todo bien. Bueno, la cuestión que pego unos cuantos gritos y se fue. Obviamente con mi compañero de aventuras corregimos todas esas fallas y rezamos que ahora si este todo bien.

La función fue un éxito; vino mucha gente y la venta de los libros (mi mejor habilidad) también fue muy buena. Luego cuando nos juntamos después de la función ya estaba calmado y todo había quedado olvidado, hizo su clásica sonrisa cómplice haciéndose el molesto todavía, pero era evidente que ya todo estaba bien.

Así, organizándonos y haciendo las cosas con más esmero, hicimos las 3 funciones; viernes, sábado y domingo, con excelentes ventas de libros y con las salas casi llenas. Fabio dio dos seminarios y el lunes fue nuestro día de descanso. Rogelio lo aprovechó para ir a visitar a unos parientes que tenía en esa ciudad, yo quede solo ocupándome de llamar al instituto en Bs. As., comprando fichas y cables que necesitábamos para los equipos y buscando algún lugar donde pudieran soldarme los cables. Aburrido, me fui al teatro a observarlo, contemplarlo y nada, verlo más tranquilo, conocer. Ya por la noche salí a caminar, pero me sentía tan solo que decidí ir a cenar algo rápido para volver al hotel y acostarme. Terminé de cenar e intente dar unas vueltas más intentando que el paisaje me distraiga y me saqué de ese estado tan melancólico, no lo logré, me puse muy triste, los motivos no los voy a expresar aquí.

Al otro día, bien temprano, el llamado del conserje, al que le había pedido que me despertara, la llegada de Rogelio y la alarma de un auto de la calle que no paro de sonar hasta que nos fuimos del hotel; me despertaron algo molesto. Tomamos nuestros bolsos y partimos. Tomamos el trolebús y fuimos a buscar a Fabio a la casa de la Dra. Obeid, terminamos de cargar todo y emprendimos la marcha a Leone; un pequeño pueblito a casi cuatro horas de Córdoba. Se podría decir que la experiencia en este lugar no fue muy buena para Fabio. Casi un fracaso. A medida que nos adentrábamos al pueblo observábamos que no había por ningún lado ningún afiche que siempre enviábamos con días de anticipación para hacer publicidad. Al reunirnos con el dueño del “cine-teatro”; un salón largo simplemente, Fabio enfureció, el tipo no había hecho absolutamente nada, el rollo de afiches estaba ahí en un rincón, no había hecho ninguna publicidad en radio, NADA. Discutieron y ahí nomas el jefe nos mandó a contratar un auto de esos que hacen publicidades con los parlantes en el techo. Corrimos de acá para allá a pegar los afiches, hacer el mayor ruido posible para que la gente se entere, creo que Fabio se encargó de la radio. Había que hacer la mayor propaganda pasible para esa misma tarde.

Y llegó el momento, se podría decir que lo logramos. No fue una sala llena pero tampoco vacía, luego de la función algunas personas se nos acercaban y nos manifestaban su descontento de no haberse enterados antes, lamentando la escasa concurrencia, pero todos mostraron un gran cariño y respeto, en definitiva, estaban muy contentos de tener a Fabio allí.

Nos hospedamos en un hotelucho muy humilde, una habitación para los tres. Fue muy gracioso verlo a Fabio; mi Ídolo, en ropa interior, Jajajaja, el rió también.

Próxima parada, San Francisco. Esta ciudad nada que ver con Leone, era hermosa, la experiencia aquí fue todo lo contrario. La pasamos muy bien, hasta vinieron algunos chicos del grupo Cosmos con los que yo había hecho ya una amistad, a vernos y darnos la sorpresa.

Viernes 16 de junio de 1989.

Son las 6 de la mañana y estamos listos para salir en nuestra 4ta. Gira, esta vez con la compañía hasta Gualeguaychú de Rosa Albert; una de las tantas profesoras del instituto que tuvimos que llevar para un seminario que debía dar en la misma casa donde nosotros paramos en el segundo viaje.

Solo estuvimos un par de horas esperando a Fabio que tenía un reportaje radial. Mientas tanto nosotros salimos a comprar una humilde atención para los dueños de casa por la cordialidad y calidez que nos dieron aquella vez.

En cuanto Fabio se desocupó salimos rápidamente rumbo a Montevideo ¡URUGUAY!, era la primera vez que salía de mi país.

Pasamos la frontera sin inconvenientes y comenzamos a recorrer, penetrando poco a poco, el cada vez más hermoso vecino país. Aquellas lomas con lejanas casas aisladas entre si adornaban el paisaje casi suizo, donde cada tanto se observaban a la lejanía grupos de vacas junto a rocas dispersas como pequeñas sierras tandilenses.

De pronto algo comenzó a pasar con el fiel Taunus guía. Nos vimos obligados a parar en varias oportunidades por problemas mecánicos. Lamentablemente mi ignorancia en el tema me hace imposible explicar que pasó. Lo único que puedo decir es que el querido autito blanco empezaba a decirnos que estaba cansado.

Finalmente nos detuvimos en un taller y luego de un par de horas todo volvió a la normalidad, volvimos a la ruta y seguimos viaje, evidentemente no fue algo serio, supongo.

Pasamos por Rosario; el pueblo natal de Fabio y los recuerdos invadieron su memoria y su corazón. Comenzó a contarnos viejas anécdotas mientras nos hacía de guía turístico.

A medida que avanzábamos fui descubriendo un país muy hermoso.

Llegamos a Montevideo, concretamente a la casa de la hermana de Fabio donde él se quedaría. Nosotros; mi compañero de viajes y yo, fuimos al teatro a bajar los equipos. Entre los preparativos tuvimos la oportunidad de charlar con el Gerente del teatro y nos invitó a la obra que se presentaría esa misma noche donde actuarían Jorge Porcel, Jorge Luz, Beatriz Salomón y todo el elenco del programa argentino.

Al fin nos dirigimos al hotel, dejamos nuestros bolsos, nos bañamos y salimos a cenar. A las hs.21:00 estábamos ya en el teatro donde nos encontramos con Fabio que solo estuvo unos 10 minutos y se fue porque estaba muy cansado. Nosotros éramos invitados así que entramos gratis y vimos la función que para mí fue hermosa, nos reímos y nos emocionamos. Para mí era la primera vez que tenía esa experiencia de estar en un teatro viendo a esos artistas de la tele ahí tan cerca, personalmente. Reconozco que soy muy sensible y ese final donde todos cantan a la Argentina me movilizó mucho, claro también era la primera vez que era un extranjero.

Luego de la función salimos y caminamos unas cuadras, de pronto decidimos volver a ver si teníamos suerte de conocer a algún artista. En un momento, mientras Rogelio charlaba con el empresario del teatro vi salir a Beatriz Salomón, una mujer muy hermosa y un poco más bajita que yo, afuera, en la vereda, pudimos conversar un ratito con Delfor Medina, luego salió el “gordo” Porcel y realmente me impresionó su obesidad, subieron a un BMW y se fueron, nosotros, caminando despacito, volvimos al hotel.

Sábado.

La noche anterior dejamos dicho que nos despertaran a las 9:30hs. Yo lo hice, baje y desayune un riquísimo café con leche, medias lunas, tostadas, jalea, manteca y queso cremoso. Mi amigo siguió durmiendo, volví a la pieza e intenté despertarlo sin éxito. Como no sabía que hacer salí a caminar y conocer algo del lugar. Recorrí todas las galerías cercanas, volví al hotel, Rogelio seguía durmiendo, volví a salir un rato más. Se hicieron las 16:00hs. y mi estomago ya reclamaba atención. Otra vez al hotel, llamé insistentemente a mi compañero, pero nada, no lograba despertarlo. Opté por irme solo y luego de almorzar seguí caminando, mirando vidrieras, plazas, edificios, autos, vestimentas, libros y precios.

En todos lados yo era el extranjero, quizás exagere la sensación, pero para mí; un joven muchacho de 21 años que jamás se había alejado de su casa y de su familia y con una historia de inmigrantes muy arraigada, significaba mucho, sabía que estaba teniendo una oportunidad única, estaba aprendiendo, conociendo, ¡¡¡creciendo y de la mano de mi ídolo!!!, ¡que más podía pedir!

Seguí caminando y mientras observaba todo el paisaje y contemplaba todo aquello decidí alejarme del centro y dirigirme a la costanera. Había muy poca gente, el agua golpeaba sobre las rocas con bastante fuerza. Caminé y caminé. De pronto me encontré sentado sobre una de esas inmensas rocas que emergía del agua a unos cuantos metros rio adentro. Y ahí me quedé, como hasta las 4 de la tarde, solo, solo conmigo; con Dios.

Allí vi la hermosura del mundo y la misteriosa maravilla del “ser”, de entender “quien soy”. Fue como si mi mente se abriera para ver y comprender “el equilibrio”, de que todo lo que me rodeaba, incluido yo éramos la misma cosa.

Volví al hotel y el dormilón recién se levantaba. Lo acompañé a comer algo y luego fuimos con Fabio. Nos dio algo más de dinero y nos aconsejó donde podíamos ir a cenar mañana, la cuestión que dimos más vueltas que un perro y terminamos cenado en un Pumper Nic, luego dimos otro par de vueltas, gastamos algo de plata en los juegos electrónicos y a dormir.

Domingo 18 de junio de 1989; Dia del Padre. Feliz día viejo, te extraño.

Como siempre desayuné y Salí a caminar, Rogelio durmiendo.

Traté de averiguar por algún museo, pero hasta las 16hs, no habría ninguno. Cuando volvía me crucé con mi compañero de viajes, aunque yo no lo vi, el me llamó, me gritó, me silbó y yo nada, recién cuando lo tuve a escasos metros me percaté de él. Paseamos un rato, no sabíamos que hacer, ya estábamos deseando comenzar a trabajar. Sin dinero, todo caro ya nos sentíamos algo incomodos.

Al fin lunes; primer día de trabajo.

Esta noche creemos reventar la sala. Todo transcurrió normal hasta la tarde que empezamos con los preparativos de los equipos. La sala es preciosa y además contamos con un buen equipo de gente que prácticamente está a nuestra disposición. ¡¡Todo salió de 10!!, si bien no hubo mucha gente yo vendí muy bien y los “nuevos $” uruguayos se apilaban solos.

Segundo día de trabajo, hoy; “Los Tripulantes”. Por suerte todo está listo. Con los pesos que ganamos ayer no sabemos que hacer, ni comer podemos, así como lo ganamos se gasta.

La cosa va tomando color, vino mucha más gente y vendí mucho más, los $1.000 nuevos los empezamos a patear.

Compré unas postales que aún no pude enviar, lo que si traté fue de llamar por teléfono y gracias a Dios que no lo conseguí, cuando supe lo que me costaría casi le tengo que dejar la ropa. ¡No entiendo como pude llegar a conocer tal lugar! ¡Qué hago aquí!, ¡Que mágica se estaba poniendo mi vida!

Durante estos días en Montevideo conocimos a la hermana de Fabio y a su sobrina; personas encantadoras, amables y simpáticas. La hermana de Fabio era igual a él, como si fuera Fabio vestido de mujer, perdón Fabio, pero me causó algo de gracia, me impresionaba verlos juntos. La sobrina tenía un aire a Griselda; muy delgada y chiquita, quizás no tanto como Griselda, pero nos recordaba a ella. Fueron muy amables con nosotros.

Última noche en este maravilloso país, nos invitaron a cenar un grupo de muchachos dedicados a la investigación del fenómeno OVNI; digo nos invitaron porque tuvieron la amabilidad de no dejarnos afuera, obviamente el único que les importaba era Fabio, ¡jajajaja!, y bueh, privilegios que uno tiene. Habían presenciado las tres funciones y en la última nos invitaron, yo quede fascinado con una grabación de un caso donde también se podía oír el supuesto sonido de una nave, nos mostraron una gran cantidad de fotos de la estancia La Aurora, la tertulia fue larga, la cuestión que lo que ellos querían era la corresponsabilidad de ONIFE a la que Fabio; por lo menos allí accedió muy contento y decidido. Fabio me “ordenó” tomar todos sus datos; nombres, teléfonos, direcciones y quedé en cartearlos. Me cayeron muy bien, se los veía muy macanudos.

Terminamos Montevideo con buenas ganancias y mucho público.

Salimos bien temprano para Santa Fe, nos esperaban 5 o 6 hs. de ruta. Otra vez el camino solitario y sinuoso de salida hasta cruzar la frontera y pisar por fin suelo argentino. Saltábamos de alegría con Rogelio cuando logramos cruzar, Fabio sonreía, para nosotros era como volver a nuestra dimensión, pero la verdad que todo era una broma para molestar al jefe, Uruguay es un país precioso y de gente muy amable, la pasamos bárbaro y para mí fue una gran experiencia. Conocer su tierra natal y su familia fue todo un honor y un placer.

Llegamos a Santa Fe para reencontrarnos con el Grupo Cosmos; personalmente no veía la hora de llegar, no sé qué me pasa cuando estoy ahí, me siento muy feliz, me llena de energía y todo ellos; Marta, Griselda, Verónica y Martín, Jorge, Mariel, Dante y hasta el misterioso Raúl, los siento como más que amigos, como hermanos cósmicos; lo se suena tonto y cursi, pero es lo que me pasa; Cosmos es realmente muy mágico… bueno es algo muy personal, no siento que a mi compañero de aventuras le pase lo mismo.

Estuvimos solo cuatro días que bastaron para sellar mis sentimientos. Fue en ese momento cuando comenzó a gestarse la idea, en esos días; en ese tiempo. Aun no lo puedo comprender bien, pero sé que algo muy hermoso me va a pasar.

Una tarde Marta quiso verme y hablar conmigo. Sabiendo de mis conocimientos de construcción, (evidentemente en algún momento debo haber mencionado que era Maestro Mayor de Obras, pero mis conocimientos se limitaban a ayudante de albañilería de mi papá, jamás ejercí, apenas llevaba 3 años de egresado), me pidió si me animaba a ayudarlos a construir un galpón al fondo del salón donde nos reuníamos porque tenía la intensión de agrandar el lugar para realizar más tareas. Cosmos es un lugar polifacético en lo que respecta a estas nuevas (o debería decir antiguas) disciplinas. Allí se daba yoga, meditación, se enseñaba metafísica, alimentación, y principalmente se hablaba de OVNIs.

Fue claro para mí, después, que todo ya había sido arreglado entre Fabio y Marta. No sé qué hablaron ni nunca lo sabré, pero ellos digitaron en aquel entonces mi destino inmediato.

Viernes 14 de julio de 1989.

Estoy por viajar a Santa Fe por tercera vez por la construcción del galpón. Algo me dice que hay otras intensiones. Es todo muy raro, todavía ni arrancamos con el proyecto y yo sigo yendo y lo único que hago es participar de las actividades del grupo y alguna especie de entrenamiento en metafísica.

13:30hs. me despedí nuevamente de mi familia y partí para la oficina de ONIFE, al llegar realizo mis tareas habituales; ordenar libros, revistas, atender al público y ayudar en general a Alicia; la secretaria del Instituto.

Todos esperábamos la llegada de Rogelio desde Tandil, él había ido a ver a su familia, pero debía volver para salir de viaje con Fabio a Córdoba. Se hicieron las 4, las 5, las 6 de la tarde y Rogelio ni noticia. Las 7, las 8, las 9 y ¡¡nada!! Fabio se tenía que ir a su casa a prepararse y antes de irse me avisó que si mi amigo no aparecía yo debería ocupar su lugar y el viaje a Santa Fe quedaba suspendido.

Me puse de mal humor. No quería saber nada de volver a Córdoba, no me gustaba, la última vez que estuvimos allí me había dado una fea sensación, además estaba muy entusiasmado con volver a ver a Marta y a todos los chicos.

Se hicieron las 22, 23, 24hs. y mi compañero seguía sin dar noticias. Yo ya estaba desmoralizado, triste y sobre todo preocupado. Todos se habían ido de aquel pequeño edificio de tres pisos. Estaba totalmente solo en esas oficinas rodeados de todo tipo de cosas extrañas. Tenía sueño, pero no había ni un lugar cómodo donde recostarme. Opté por el piso debajo del escritorio de recepción, para peor Fabio me llamaría a las 3 de la madrugada para despertarme. ¡Imposible!, allí no se podía cerrar los ojos. Recordé que, a un par de cuadras, en un bar de mala muerte bien porteño y antiguo trabajaba Manuel por las noches, como mozo para hacerse unos pesos extras. Decidí huir de ahí e ir a verlo, estar en compañía de alguien conocido (o algo parecido). El lugar me pareció atractivo, como si hubiera viajado en el tiempo, yo nunca antes había estado en un lugar así, ni siquiera conocía demasiado mi propia localidad. Aquella ciudad Capital tiene una vida nocturna muy sorprendente y en muchos casos misteriosa.

Los cuatro gatos locos que oficiaban de cantantes más el dueño del bar (supongo), Manuel y yo éramos todos los que estábamos. Aquellos tangos totalmente desafinados le dieron magia al lugar, todo era de otra época. De a ratos Manuel, apoyado en la barra, me dirigía una mirada cómplice y se sonreía en silencio, como si supiera que todo eso era raro para mí. El bar cerró ya muy entrada la noche y Manuel gentilmente me acompañó hasta la puerta del edificio. Me hizo compañía un rato y se fue. Subí y al entrar a la oficina descubrí sobre un armario el bolso y el mate de Rogelio, pero de él, nada. Todo se ponía cada vez más extraño.

Se hizo la hora, Fabio me llamó y me dijo que me esperaba en su casa. Me dirigí hacia allá en taxi. Apenas llegue comenzamos a cargar el auto con las cosas, subía y bajaba del departamento con os bártulos. Todo indicaba que en este viaje seriamos Fabio y yo solos. Mi jefe no se mostraba preocupado, yo en cambio, si lo estaba y mucho.

Estábamos a punto de salir y suena el teléfono, ¡era Rogelio desde el Instituto! A las 4:30hs bajaba de un taxi mi compañero con el misterioso bolso que había descubierto horas antes en ONIFE. La explicación de todo aquello fue que él había llegado; el día anterior, a las 9 de la mañana de Tandil, fue al instituto y dejo su bolso y el mate sobre aquel mueble y salió rápidamente rumbo a La Plata por un trámite personal, pero luego no pudo regresar por problemas con los trenes ni tuvo manera de avisarnos. Se lo veía exhausto, yo respire aliviado y feliz.

Nos dirigimos a Rosario donde me dejarían para que siguiera mi camino a mi quería Ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz y ellos a Córdoba.

Como siempre me pasa en todos los viajes, me dormí, pero ¿oh! sorpresa, cuando desperté estábamos en San Nicolas. Decidimos parar y tomar un riquísimo desayuno.

Se suponía que a las 11:00hs debía estar en Santa Fe, sin embargo, a esa hora recién estaba tomando el micro en Rosario. Serían las 14:30hs cuando llegué frente al viejo portón azul de Cosmos. Nadie vino, una hora estuve allí sentado en la vereda esperando que alguien llegue. Solo recordaba la casa de Verónica y Martin así que ante tanta soledad y peripecias decidí ir hacia allí. Por suerte los encontré y me recibieron cordialmente, sin embargo, no podían comprender mi presencia allí y sinceramente yo tampoco, llamamos a Marta por teléfono avisándole que había llegado, se mostró preocupada porque no tenía novedades mías, obviamente me esperaba temprano. Inmediatamente nos congregamos todos en Cosmos y luego de explicar todo lo sucedido comencé de a poco a conocer cómo eran los días “normales” en Cosmos.

Al domingo siguiente fuimos al campo de Raúl a desarmar una tapera para rescatar unas chapas para el techo del galpón. Ya todos sabíamos que Raúl no estaba muy bien mentalmente, pero demostró estar bastante mal. Reacciones alocadas, como si no pudiera manejar sus emociones. No pasó nada serio y nosotros lo tomábamos a risa, aunque era consciente de que algo no andaba bien en él. Lo poco que sabía de Raúl era que había tenido un grave accidente, creo que de tránsito de muy chico y eso le había dejados secuelas además de algunas cicatrices no muy visibles.

El lunes se suponía que debía comenzar la obra del dichoso galpón, pero los materiales habían aumentado muchísimo así que debíamos esperar a reunir más fondos para comprar una parte de lo necesario, mientras tato me dediqué a ordenar, arreglar y medir algunas cosas del salón. Se propuso después cambiar de planes; techar solamente entre el baño, la piecita y el salón, serian menos de 5m2 aprox. Hice el esquema, dispuse los tirantes y lo volvimos a charlar. Volvimos al plan original. Algo me dice que este galpón nunca se va a construir, no sé, presiento algo.

Y así pasé la primera semana, buscando precios de materiales, arreglando cositas del salón por la mañana y atendiendo a la gente por la tarde. Era como un representante de Cosmos y ONIFE, todo lo sentía muy mezclado, no lo tenía muy claro.

Verónica casi ni apareció durante estos días, como si algo le hubiera pasado. La vez anterior que estuve nos encontrábamos en todos lados, como si el destino se empecinaba en juntarnos, de hecho, antes de subir al tren para volverme nos besamos dando por sentado que nos gustábamos, sin embargo, ahora que las cosas ya estaban más claras entre nosotros no venía… no sé qué pasó. Yo había perdido mucho por ella, dejé a mi novia de años, me fui de casa y estaba a punto de perder mi trabajo.

Segunda semana, todo parece decidirse, mis pasos comienzan cambiar de rumbo. Vinieron los cumpleaños de Marta, luego el de Magdalena, el bautismo de Joaquim y hasta el casamiento de una pareja del Grupo que apenas conocía. Mis intenciones con Vero son cada vez más evidentes, comenzaron las primeras propuestas de quedarme, poco a poco todos de alguna manera me hacían llegar el mensaje de que ese era mi lugar.

De pronto me encuentro formando parte intima del grupo. Griselda me dio las primeras charlas de Metafísica, me explico lo del movimiento I AM, Saint German y la Hermandad blanca. Aprendí a meditar, y lentamente me introdujeron en las normas internas de un miembro del Grupo Cosmos. La fusión entre todos nosotros era vital.

Griselda fue mi gran amiga, yo la llamo mi hermana cósmica, por alguna extraña razón tenía más química con ella que con Vero, aunque eran cosas totalmente distintas; Vero me gustaba, la quería, sentía atracción por ella, pero cuando estoy con Gri, todo es espiritual, la paso muy bien, ¡quiero estar con ella!, así, tan solo sentada a mi lado. Charlamos muchísimo y nos estamos dando cuenta que generalmente sentimos lo mismo.

Fue la primera en saber de mi propia boca que había decidido quedarme a vivir allí; en Santa Fe, por el grupo, por la ciudad, porque me había enamorado de Vero y por ella.

Llame a Graciela y traté de explicarle lo bien que me sentía allí, ella solo se atragantó con palabras de súplicas para que vuelva y me necesitaba, que tenía celos y bueno… obviamente discutimos. Luego de eso no volví a llamarla.

Ultima semana en Santa Fe, ya todo está decidido, volvería a Buenos Aires, charlaría con mis padres sobre mis planes, hablaría con Graciela para terminar nuestra relación, juntaría algunos pesos y por último volver...